lunes, 17 de febrero de 2014

MITO: LA PÓCIMA

       En tiempos del emperador Justiniano, a mediados del siglo VI, alrededor del 541 d.C., estalló una de las mayores epidemias de la historia, la cual estaba asolando el continente. Ninguna región se libraba de sufrir esta terrible enfermedad, la peste. La plaga se extendía por las ciudades, todos huían de los centros urbanos intentando evitar ser infectados por aquellos que ya la padecen. Dentro de este éxodo masivo, en varias ciudades, surgieron grupos que se negaron a abandonar a sus familiares y vecinos enfermos.

       Dentro de esta trágica situación surgió un pequeño grupo que decidió que no sólo bastaba con cuidar de los enfermos y rezar para que la muerte no llegara. Tenían que hacer algo más, tenían que poder hacer algo. Todos conocían de una antigua leyenda sobre una pócima que sanaba cualquier mal, aunque no era sencillo conseguirla. Para su elaboración se necesitaban tres ingredientes que debían introducirse en un estricto orden en la preparación para que la pócima fuera efectiva. 

    La primera de las hierbas crecía entre las grietas de las piedras que conformaban las calzadas del vecindario, por lo que fue muy sencillo conseguirla y, buscando entre todos, la encontraron rápidamente. 
    La segunda crecía a las afueras de la ciudad, aunque sólo crecían en determinadas circunstancias, por lo que necesitaban la máxima ayuda posible para su búsqueda. Al principio la mayoría de los que quedaban no se atrevían a salir de sus casas. Comenzaron a búsqueda unos pocos, y según iban pasando los días la historia sobre lo que pretendían se fue difundiendo y se fueron formando más y más partidas de búsqueda por los alrededores de la ciudad hasta que finalmente la encontraron. 
    Por último, necesitaban de una planta desconocida para ellos, así que fueron a las ciudades de los alrededores en su busca. Tras pasar por varias ciudades en las que no pudieron ayudarles, llegaron a un pequeño pueblo de pescadores en el que descubrieron que la última planta era un alga. Allí les explicaron donde podían hallarla; aunque a cambio, pidieron que les trajeran parte de la pócima cuando la tuvieran, puesto que ellos también padecían por la epidemia. Con su ayuda encontraron el último ingrediente y, una vez lo tuvieron, regresaron a su ciudad para realizar la pócima. 

    Una vez hecha la pócima y repartida entre los ciudadanos, la mandaron a las demás ciudades para así salvar a toda la nación. 


    Desde hace un tiempo, muchos países han estado en el vórtice de una crisis financiera y social que es principalmente institucional. El potencial creativo a veces se ve aplastado o marginado, debido al alto desempleo y la emigración masiva ("fuga de cerebros"). Curiosamente, la creatividad ciudadana a menudo marginada, incluso durante "los buenos tiempos", es la que puede ayudar a crear nuevos tipos de empleo. Igual que en el caso de Agustín, estamos llamados, como sociedad, para la transición hacia una nueva versión de nosotros mismos.

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